
Los granjeros blancos sudafricanos que defiende Trump, primeras víctimas de sus aranceles

Pese al discurso protector de Donald Trump, los agricultores blancos afrikáners son las primeras víctimas de los elevados aranceles que Estados Unidos impone a Sudáfrica.
Las nubes del invierno austral se acumulan sobre el valle vinícola de Robertson, unos 150 kilómetros al este de Ciudad del Cabo. Pero el horizonte se torna oscuro además con la entrada en vigor, el 7 de agosto, de los gravámenes del 30% impuestos por el presidente republicano sobre todos los productos sudafricanos.
El Cap Classique, un vino blanco espumoso local elaborado bajo el método "champenoise", se beneficiaba de una exención de tarifas de Washington gracias a la ley estadounidense de Crecimiento y Oportunidades para África (AGOA), junto a otros productos agrícolas como cítricos, macadamias o aguacates.
En los viñedos de Graham Beck, uno de los prinicpales productores de este vino, los trabajadores agrícolas, envueltos en gruesas mantas, podan las parras.
La empresa, que cuenta con 135 empleados, ha adelantado el envío de las cerca de 300.000 botellas que vende cada año en el mercado estadounidense, lo que representa casi el 15 % de su producción anual.
"Debíamos ganar tiempo y centrarnos en tener un poco más de stock que nos permita llegar a fin de año sin afectar nuestros precios", explica a AFP su director general, Pieter Ferreira. "No creo que sea realmente tan ventajoso, porque el futuro es muy incierto para 2026".
El año pasado el 4% de las exportaciones agrícolas de Sudáfrica tuvieron como destino Estados Unidos, según la Cámara de Agricultura local. Esto supone cerca de 600 millones de dólares, de acuerdo esa organización y la Hacienda sudafricana.
En un país donde el 72% de las tierras cultivables aún pertenecían en 2017 a la minoría blanca, como estima el gobierno, los aranceles estadounidenses afectan sobre todo a los descendientes de los primeros colonos europeos: los afrikáners, de los que Trump se ha erigido como defensor al acoger a unos cincuenta de ellos como refugiados.
El presidente estadounidense volvió a acusar el martes a Pretoria de tener "políticas muy malas" y afirmó que "mucha gente está siendo asesinada", en línea con sus acusaciones sobre una supuesta persecución de los granjeros pertenecientes a ese grupo étnico que representa solo el 7,3% de la población.
"El sufrimiento de los agricultores no es una cuestión racial, como él intenta hacer creer", rechaza Ferreira. "Si dice que el gobierno [sudafricano] no se preocupa por los agricultores, lo que está haciendo es, una vez más, penalizarlos con aranceles del 30% sobre los productos agrícolas. Es ridículo", dice.
- 100.000 empleos en juego -
Según el gobernador del banco central sudafricano, Lesetja Kganyago, los aranceles de Trump podrían poner en riesgo unos 100.000 puestos de trabajo en la primera economía del continente africano, ya abrumada por una tasa de desempleo de casi el 33%.
"El impacto en la agricultura podría ser realmente devastador, ya que la agricultura emplea a muchos trabajadores poco cualificados", advirtió Kganyago, al citar en particular el sector de los cítricos.
Estados Unidos absorbe entre el 6% y el 8% de estas frutas sudafricanas, dependiendo de si se trata de naranjas o mandarinas.
Pero algunos centros de explotación, especialmente en Citrusdal, 200 km al norte de Ciudad del Cabo, han apostado mucho por el mercado estadounidense gracias a las condiciones preferenciales de exportación que permite la AGOA.
"En este momento supone entre el 25% y el 30% de nuestro negocio, pero es nuestro producto estrella, lo que lo convierte en uno de nuestros mercados más importantes", explica a la AFP Gerrit van der Merwe, entre dos hileras repletas de naranjas en sus 1.000 hectáreas de plantación.
Su familia celebrará el próximo año los 260 años de la explotación familiar en Citrusdal, encarnando el trabajo de la tierra en el corazón del mito fundacional de los afrikáners.
"Como empresa consolidada, podemos sobrevivir a esto", explica el jefe de esta plantación que da trabajo a unas 2.000 personas. "Pero, ¿cuál es la realidad? Si reducimos 100 hectáreas, el año que viene habrá 200 personas buscando trabajo en Citrusdal".
Una cifra colosal para una modesta ciudad rural de menos de 10.000 habitantes y muy activa en este intenso periodo de cosecha.
"Los cítricos son su única fuente de ingresos. Así que si no damos trabajo a esas 200 personas, ¿quién lo hará? Y eso tendrá un efecto dominó en el supermercado, en la farmacia, en las tiendas de ropa", alerta Van der Merwe. "No tiene sentido que solo sobreviva un agricultor y que un pequeño pueblo rural muera".
L.Bautista--HdM