
Guinea se prepara para explotar su tesoro de hierro

A los pies de las montañas de Simandou en Guinea, miles de camiones, trabajadores y excavadoras han comenzado a devorar la piedra y su manto de vegetación tropical.
Un titánico proyecto minero promete catapultar a este país pobre del oeste de África al rango de los mayores exportadores de hierro del mundo, pero su impacto social y medioambiental suscita preocupación en la población.
En pocas semanas, Guinea exportará sus primeras cargas de mineral de hierro, varias décadas después del descubrimiento de estos yacimientos en el sureste del país.
"No hace mucho tiempo, todo esto era selva virgen", destaca Chris Aitchison, director general de SimFer, una de las empresas explotadoras del yacimiento.
Los socios del proyecto han invertido unos 20.000 millones de dólares para construir más de 650 kilómetros de vías férreas y un puerto para comunicar esta región, situada a cientos de kilómetros de las costas atlánticas.
- Desafío logístico -
Se trata de un desafío logístico considerable, a la altura de las ganancias previstas en estos yacimientos, que contienen miles de millones de toneladas de mineral de una calidad excepcional.
El precio del mineral de hierro, utilizado para fabricar acero, se ha disparado desde principios de la década del 2000, impulsado por la fiebre constructora china.
Desde que el gigante minero angloaustraliano Rio Tinto confirmó la existencia de las reservas a mediados de los años 1990, la historia de Simandou ha estado marcada por batallas judiciales, en medio de crisis políticas y casos de corrupción.
La junta militar del general Mamadi Doumbouya, que llegó al poder en 2021 tras un golpe de Estado, se enorgullece de haber dado el último impulso para que el proyecto finalmente se haga realidad.
De los cuatro yacimientos mineros de Simandou, dos serán explotados por el consorcio chinosingapurense Winning Consortium Simandou (WCS) y los otros dos por SimFer, una sociedad propiedad de Rio Tinto y del gigante chino Chinalco.
Un equipo de la AFP tuvo acceso a la mina SimFer, en el extremo sur de la cordillera de Simandou, unas semanas antes del inicio de la producción, previsto para el 11 de noviembre.
En las laderas del monte Ouéléba, que alcanza los 1.300 metros de altitud, las excavadoras han comenzado a devorar la montaña y ya se apilan montones de este mineral negro listos para ser exportados.
- Yacimiento gigantesco -
Miles de personas trabajan día y noche en este gigantesco yacimiento, que se extiende a lo largo de 55 kilómetros.
Todavía harán falta dos años y medio de trabajos para completar las infraestructuras y alcanzar el objetivo de un ritmo de producción anual de 60 millones de toneladas extraídas.
Una enorme cinta transportadora en construcción permitirá llevar el mineral hasta el pie de la montaña, desde donde se cargará en trenes hasta la costa.
Para limitar su impacto ambiental y social, Simfer asegura que formará durante los próximos tres años a 225 estudiantes de la región en oficios técnicos cualificados, que recoge en un banco de semillas muestras de la flora local para restaurarla y que rehabilita las tierras explotadas.
También dice haber gastado cientos de millones de dólares para trasladar sus actividades al flanco este de la montaña para preservar una población de chimpancés.
Sin embargo, un informe de la organización Advocates for Community Alternatives (ACA) mostró, con análisis que lo respaldan, que los suelos y los cursos de agua han sido contaminados cerca de los yacimientos de SimFer y Winning, del puerto y a lo largo del ferrocarril.
- Contaminación y amenaza -
La principal fuente de contaminación es la sedimentación en los cursos de agua cercanos a la tierra excavada por la construcción de la mina.
"Es un gran problema para nosotros", admite Chris Aitchison, de SimFer. "Estamos construyendo sistemas para contener los sedimentos", subraya.
A pocos kilómetros del bullicio del puerto, el pueblo de Touguiyiré, en la prefectura de Forécariah, ofrece un espectáculo muy diferente, lejos de las promesas de prosperidad económica.
En las orillas de las tranquilas aguas del río, una piragua regresa de la pesca. La captura es escasa. Algunas mujeres clasifican los pequeños peces, mientras que los hombres remiendan las redes.
Desde la llegada de los barcos dragadores, los peces han desaparecido y, con ellos, todo un modo de vida está amenazado.
"Antes, las piraguas regresaban con diez cubetas de pescado. Ahora solo traen dos", se lamenta Aissata Cissé, una vendedora de 54 años.
Los pescadores deben ahora aventurarse en alta mar, con canoas que no siempre son adecuadas. Según Bissiry Camara, un representante local, tres de ellos han muerto recientemente.
Antiguamente, este pequeño pueblo contaba con unas 60 piraguas y sus cerca de 3.000 habitantes vivían de la abundante pesca. Según los pescadores, solo tres barcos siguen funcionando.
- Esperanza económica -
Sin embargo, las autoridades prometen que la mina impulsará la economía del país.
El Estado, que posee el 15 % de las acciones de la línea ferroviaria de Simandou, cuenta con ella para abrir zonas enteras y desarrollar la agricultura en regiones muy fértiles.
"Va a surgir una nueva economía", promete a la AFP el primer ministro guineano, Amadou Oury Bah.
Hasta ahora, a pesar de la gran riqueza del subsuelo de Guinea, en particular con la bauxita que se utiliza para fabricar aluminio, la población apenas se beneficia de los ingresos de la industria minera.
"Ya ha habido otros proyectos mineros que han suscitado muchas esperanzas (...), pero con resultados muy limitados", recuerda Oumar Totiya Barry, director ejecutivo del independiente Observatorio Guineano de Minas y Metales.
El investigador duda, en particular, del potencial de Simandou para mejorar la conectividad, y destaca que su línea de ferrocarril "pasa muy lejos de todas las grandes ciudades de Guinea".
S.Escobar--HdM